Aventura Zero
Cuaderno de viaje nº5
28 de noviembre de 2020
¡Arribada! Cuando avistamos la prominente silueta de Tenerife a 37 millas de distancia, nos dimos cuenta de que nuestra tediosa travesía de ocho días desde Sevilla se acercaba a su fin. La travesía resultó, no solo lenta, sino también una de las más frustrantes que recuerdo. Padecimos todo tipo de vientos y condiciones atmosféricas, desde calmas chichas hasta vientos huracanados; hubo días en los que el sistema de recarga no rindió como se esperaba y tuvimos que ceñirnos a una vida espartana para ahorrar electricidad. El satélite de telecomunicaciones también se averió y no nos era posible enviar ni recibir el correo electrónico.
La travesía a Las Canarias en esta época del año se caracteriza por los vientos portantes del NE, sin embargo no fue nuestro caso. Tras padecer cuatro días de calmas en el Mediterráneo, no esperábamos caer en la misma trampa en el Atlántico, pero caímos cuando una alta presión se estacionó justo sobre nuestra ruta y durante dos días nos regaló con vientos flojos y mar en calma, arrastrándonos a 1 o 2 nudos. Puesto que ésta era la primera travesía oceánica de la expedición, pusimos en práctica un drástico régimen de ahorro energético, obligados por las limitaciones de una embarcación eléctrica.
Tuvimos ocasión de poner a prueba la recién adquirida cocina solar y, para alborozo de Michalis, obtuvimos dos deliciosos platos de patatas asadas. La concentración de calor reflejado por los espejos cóncavos sobre el cilindro calentador provoca temperaturas que exceden con creces los 100º Celsius. Nos apañamos para cocinar tortillas, asar verdura y calentar el agua para el café. Ahora aspiramos a cocinar nuestro primer plato de pescado…pero no a semejante paso de tortuga.
Lo que más me gusta de las travesías oceánicas, incluso en este tipo de travesía, es el ambiente relajado y la rutina de las guardias y las comidas de forma regular. Pero lo que más me satisface es la oportunidad de ponerme al día con la lectura, algo que eché mucho de menos durante las frenéticas semanas de preparativos. A decir verdad, fue un consuelo frente al lento progreso de la embarcación.
Un ocaso más en una mar encalmada. Después de tantos años, aún me fascina observar la puesta de sol por la mera belleza de este diario espectáculo. Esa noche se levantó el viento, y si bien no soplaba en la dirección adecuada, al menos nos movíamos. Aquellos de vosotros que hayáis seguido nuestro avance, o ausencia del mismo, os habréis preguntado qué hacíamos poniendo rumbo a África en lugar de Tenerife…Nosotros también. Haciendo gala de un sombrío sentido del humor, si es que Eolo lo tiene en absoluto, nos envió algo de viento y en la dirección adecuada además, solo que acompañado de intensos aguaceros con rachas huracanadas. El peor de ellos nos alcanzó la última noche, acompañado de rachas de viento de 48 nudos. Con tres rizos en la mayor y el foque enrollado a un tercio de su superficie, el Aventura se tomó su tiempo y comenzó a cortar las olas limpiamente a 12 nudos. ¡Buena chica!
Las tormentas no duran mucho, ¿verdad? Pues sí que duran y la Madre Naturaleza puso fin a la última con esta magnífica exhibición.
Vista aérea de la capital de Tenerife, con la Marina Santa Cruz en el centro de la foto, junto a la curva del espigón.
Aquí es donde está atracado el Aventura en esta marina tan convenientemente situada en el centro mismo de la atractiva ciudad. Un lugar excelente para tomarnos un breve descanso antes de volver a partir.