En mi artículo previo, hablé de algunas de las cuestiones más significativas que me habéis preguntado sobre el proyecto Elcano y las últimas novedades del Aventura. Sin embargo, una de las preguntas que se repite con frecuencia y que no he contestado es:
¿Cómo es que un velerista monocasco convencido como tú, se ha decantado por un catamarán?
En realidad, ya he explicado anteriormente las razones por las creía, y sigo creyendo, que un catamarán de alto rendimiento como el Outremer 45 es más adecuado para el proyecto de embarcación sin emisiones de carbono, principalmente por dos razones. En primer lugar, por el mayor potencial de un catamarán para alcanzar grandes velocidades, algo esencial para la regeneración de electricidad. Y en segundo lugar, porque dispone de mucho más espacio para instalar placas solares. Sin embargo, debo admitir que este enfoque pragmático no ha resultado totalmente satisfactorio, de modo que empecemos por el principio…
Cuando comencé a planificar mi primera travesía a principios de los 70, pensé que un catamarán sería lo más indicado para un viaje alrededor del mundo en familia y con dos niños. En aquella época el Reino Unido destacaba en el desarrollo de los multicascos y había varios astilleros que fabricaban catamaranes de crucero. El Prout Snowgoose 35 y el Iroquois 40 resultaban muy tentadores pero, cuando contacté con los constructores y les comenté que sólo podía permitirme los cascos desnudos y que terminaría el resto yo mismo, ambos se negaron. De modo que no me quedó otra opción que recurrir a un monocasco Van de Stadt Trintella III…y el resto es historia.
El primer Aventura demostró haber sido una elección perfecta para nuestro periplo de seis años entre 1975 y 1981. El resistente casco de fibra de vidrio demostró su valía cuando encalló en los arrecifes de las Islas Caicos y pasó varias horas dando tumbos antes de que la marea entrante nos sacara a flote, salvándonos del desastre potencial. Fuimos muy afortunados, pues nuestro sueño podría haber acabado allí, y yo aprendí mucho de ese error causado por mi falta de experiencia. Durante nuestro viaje pasamos tres años en el Pacífico Sur, donde fuimos testigos y oímos hablar de tantas embarcaciones desaparecidas en aquellos días previos al GPS, que cuando comencé a pensar en el siguiente Aventura , ya tenía claro que sería de acero.
El nuevo Aventura era un 40 pies y estaba diseñado por el arquitecto naval británico Bill Dixon. El constructor se tomó mi preocupación por la seguridad muy en serio y construyó una embarcación dura como un tanque, donde el desplazamiento de 12.5 toneladas inicialmente proyectado acabó rozando las 17 toneladas. La embarcación prestó un buen servicio durante mi segunda circunnavegación, parte de la cual transcurrió en el primer rally alrededor del mundo. El problema es que un casco de acero exige muchísimo mantenimiento y, si bien seguía convencido de que el mejor material para travesías de largo recorrido es sin duda el metal, el siguiente Aventura era un OVNI 43 de aluminio.
Durante los siguientes 13 años el Aventura III navegó 70.000 millas, incluida otra circunnavegación y una expedición a la Antártida. Se vendió en 2010, cuando sentí que, habiendo cumplido 70 años, probablemente había llegado el fin de mis días de navegación. Aquel sentimiento no duró mucho, y tres años más tarde decidí posponer mi jubilación y adquirí otra embarcación para intentar atravesar el desafiante Paso del Noroeste. Tuve la gran fortuna de poder persuadir a la firma francesa Garcia Yatching de que me construyera una embarcación todoterreno siguiendo mis propias especificaciones. Así es como el concepto del Garcia Exploration se hizo realidad.
Mi primer intento de transitar el Paso del Noroeste en el verano del 2014 acabó en fracaso, pues el hielo bloqueaba el paso. Consciente de que el tránsito por este exigente canal tendría más oportunidades de éxito si lo intentaba de oeste a este, del Pacífico al Atlántico, cambié mis planes. Normalmente las condiciones del hielo suelen ser más favorables a principios de verano en el extremo oeste, de modo que opté por cruzar el Canal de Panamá hacia Alaska occidental, e intentarlo desde allí. Aquel intento prosperó y el Aventura IV se vendió en 2017, tras darme cuenta de que, definitivamente, mis días de navegación habían alcanzado su fin. Una vez más, aquella convicción no duró mucho. Siempre he sentido fascinación por los acontecimientos históricos y la inminente celebración del 500 aniversario de la primera vuelta al mundo era una oportunidad demasiado tentadora para dejarla pasar. En 1992 organicé un rally trasatlántico con motivo del 500 aniversario del viaje de Colón, al que se unieron 146 embarcaciones de todo el mundo. La flota América 500 navegó a lo largo de la histórica ruta desde Palos de La Frontera, en el suroeste español, a la isla de San Salvador en Bahamas. En 1998, con motivo del 500 aniversario de la expedición de Vasco de Gama alrededor del Cabo de Buena Esperanza, organicé un rally alrededor del mundo para celebrar ese hito de la historia de los descubrimientos y la exploración. En el 2019, tras haber dejado de organizar travesías para otros, sentí que esta vez debía crear un proyecto solo para mí. El resultado es el Aventura Zero.
La velocidad potencial es innegable…
…al igual que el espacio para los paneles solares. ¿Pero serían estos dos factores motivo suficiente para elegir ese tipo de embarcación para el periplo que tenía en mente? Como a muchos otros veleristas de monocasco, me asaltaban dudas sobre la estabilidad de un catamarán con fuertes vientos y mar embravecida. Mis dudas persistieron hasta que pude comprobar por mi mismo si eran justificadas o no. Afortunadamente, tuve la oportunidad de probar el comportamiento del Aventura Zero en condiciones extremas hasta en tres ocasiones. En todas ellas tuvimos vientos constantes de más de 40 nudos, la primera vez en la travesía de Sevilla a Tenerife, y dos veces más durante la singladura de vuelta a Francia.
Con vientos que alcanzaban los 50 nudos y navegando a demasiada velocidad para mi gusto, bajamos la mayor y continuamos navegando con el foque a un tercio. El Aventura dio lo mejor de sí y me dejó absolutamente impresionado por su navegabilidad y estabilidad en aquellas condiciones. Fue en ese momento que todas las dudas y aprensiones que aún me asaltaban se desvanecieron definitivamente.
Sin embargo, continuaría evitando navegar en catamarán en el Océano Pacífico, pues en el fondo sigo siendo un velerista de monocasco cauto y pragmático.