Cuaderno de viaje nº 8
La Grande Motte
12 de diciembre de 2020
El Estrecho de Gibraltar señalaba el punto medio de nuestra travesía invernal desde Canarias hasta el sur de Francia. Los vientos portantes no duraron mucho y el Mediterráneo volvió a mostrarnos su verdadera cara. Seis semanas antes nos había regalado con tres días de calmas y vientos ligeros, pero esta vez nos castigó con dos temporales en todo su esplendor, con vientos de más de 40 nudos.
El Aventura estuvo a la altura de las circunstancias y navegaba veloz empujado por un viento cada vez más fuerte, a ratos demasiado veloz para mi gusto. Tomamos el primer rizo, el segundo rizo, luego el tercero. Al principio mantuvimos el foque a la mitad, después lo redujimos a un cuarto, y aún así, continuábamos alcanzando velocidades de dos cifras. Era una montaña rusa de excitación y estremecimiento, pero la diversión no duró mucho porque, al poco rato, decidí reducir la velocidad recogiendo toda la mayor…E instantes después acabamos enrollando lo que restaba del foque. Ahora navegábamos, en términos marinos, a palo seco, con rachas de viento de hasta 48 nudos. El piloto automático nos mantenía en rumbo, la embarcación se navegaba estable, y aún así, rozábamos los 9 nudos. Salí a echar un vistazo y tomé esta foto de nuestra estela que, espero, sirva para hacerse una idea de la altura de las olas y la velocidad a la que navegábamos.
Podría parecer una situación dramática y lo era, pero lo único que podíamos hacer era echarle paciencia y esperar que el temporal amainara. Navegábamos entre la costa oriental de España y las Islas Baleares, esperando encontrar la protección del litoral, mientras el tiempo mejoraba. Pero, hete aquí que no fue así, y al día siguiente fuimos obsequiados con otro temporal. Para entonces, habíamos perfeccionado nuestras tácticas y la rutina de tomar rizos nos llevaba pocos minutos: enrollar el foque, y hacer flamear la mayor poniendo proa al viento con la ayuda de los motores. De nuevo en ruta, el Aventura parecía conformarse con cualquiera que fuera el velamen escogido, y nosotros nos sentíamos seguros tras haber sido testigos, una vez más, del carácter marinero del Aventura y su estabilidad en semejantes condiciones. Reconozco que es una afirmación osada, viniendo de un veterano navegante de monocascos, pero me siento obligado a decirlo. Por otro lado, debo añadir que esta generación de catamaranes Outremer son únicos en su especie.
Finalmente, la tempestad amainó y, como no podía ser de otra forma en el Mediterráneo, en cuestión de una hora el viento se había reducido a una tenue brisa que apenas podía llenar nuestra vela ultra ligera Code Zero. Durante las últimas 24 horas de la travesía apenas pudimos avanzar 80 millas a una velocidad de 2 a 3 nudos, mientras que durante nuestro mejor desempeño, habíamos recorrido 200 millas en 24 horas.
Diez días y medio después de partir de Tenerife, atracamos en nuestro antiguo amarre de la marina de La Grande Motte, tras haber cubierto 1.544 millas en esta travesía invernal. Y digo bien, invernal, porque cuando partimos de Canarias estábamos a 26º centígrados…y a 5º cuando llegamos aquí.
Stephane Grimault, Director General de Outremer, y Romain Guiraudou, director del proyecto Aventura Zero nos dieron la bienvenida con un auténtico desayuno francés consistente en croissants calientes, pain-au-chocolat y té caliente. Ahora se decidirá el futuro, tanto del Aventura, como de las embarcaciones eléctricas con cero emisiones de carbono, de todo lo cual os mantendré informados en próximos boletines. Nuestra travesía de 3.600 millas en el Atlántico Norte ha supuesto un banco de pruebas para la embarcación y el concepto mismo, y las lecciones aprendidas nos ayudarán a decidir cuál será el próximo paso. Me complace decir que hemos completado esta larga travesía sin producir emisiones de carbono a lo largo de toda travesía de alta mar.
Como en tantas ocasiones anteriores, he tenido la suerte de mi parte. El día previo a la partida de Sevilla, fuimos a presentar nuestros respetos a Santa Ana en su iglesia. Se guarda allí una figura de la virgen a la que acudieron a rezar Magallanes y sus hombres antes de partir en su ardua expedición. Bajo la efigie se halla una pequeña placa de cerámica cuya inscripción supe al instante que estaba dirigida a mí:
Esta es la figura
de nuestra buen aventura
¡Sin duda, ésta ha sido una buena aventura!